El Arte de la Infidelidad — Una odisea literaria, bohemia y sin máscaras

La vida, el deseo y la libertad no piden permiso. Y yo tampoco.

Desde mi desmovilización en diciembre del servicio militar en Cuba en 1975, he recorrido cuerpos, ciudades y silencios. 

No elegí este viaje, pero tampoco lo detuve. Solo seguí el deseo.

Giacomo Casanova fue mito.

Yo lo seguiré por instinto, cruzando el Continente Americano en busca de respuestas que mi tierra no me dio.

¿Quién soy?

Me llamo Hassan Harispoure.

He vivido muchas vidas en una sola.

Nací en Cuba y entendí desde temprano que la fidelidad no siempre es lo mismo que la verdad. La vida me empujó a caminar entre pasiones, errores, risas, cuerpos ajenos y silencios propios.

No soy un hombre perfecto.

Tras los Pasos de Casanova

El arte de la infidelidad: entre sombras, deseos y legado

No es una historia que comienza.

Es una historia que resucita.

He cruzado océanos de tiempo y silencios para llegar hasta aquí, a este tiempo y espacio, lleno de secretos, descubriendo el eco de un nombre que aún tres siglo después, sigue estremeciendo las paredes húmedas de una Venecia viva. No es otro que Giacomo Casanova. Pero tras sus pasos no voy como turista, ni como curioso. Viajo como lo que soy: un hombre marcado por el deseo, por la palabra, por la huella que el amor —y su traición— deja en la piel del alma.

Lean bien… Esta no es la historia de Casanova.

Es la mía, siguiendo sus pasos.

Porque, como él, amé con intensidad, mentí con elegancia, huí con orgullo y lloré en silencio. Porque como él, entendí que el placer no es un crimen, sino una forma de resistencia. Y también, como él, me atrevo a dejar constancia.

Hoy, las puertas de su casa podrían cerrarse ante mí… o abrirse para dejar entrar la última brisa del siglo XXI, cargada con mi historia, mi voz y la verdad que nadie se atreve decir en voz alta:

la infidelidad, cuando no nace del engaño sino del fuego, no destruye… revela.

Este proyecto tras los pasos de Casanova no es una continuación.

Es un ritual.

Una peregrinación entre ciudades, cuerpos, camas y despedidas.

Es mi ruta, la de un hombre que, como Casanova, no busca redención… busca permanencia.

Y es aquí donde empieza la segunda gran odisea. El continente Europeo.

Y... el mundo es el escenario.

Soy Hassan, el Casanova que no pidió permiso para existir.

Pero soy un hombre que se ha atrevido a contar su historia, con todas sus luces y sus sombras. Mientras la mayoría de los hipócritas calla por miedo a decir en voz alta sus verdades.

Lo que escribo no está pensado para complacer a nadie. Escribo porque estas páginas me salvan del olvido… y me permiten dejarle algo honesto al mundo, a los que vienen detrás, incluso a los que me han juzgado.

“El Arte de la Infidelidad” No es solo una serie de libros: es mi legado.

 Es lo que viví, lo que sentí y lo que entendí —a veces tarde, a veces de golpe, a veces sin entender nada. 

Hoy no escribo para justificarme. Escribo porque no quiero morir callado.

🔥 Mis Verdades — Lo que no puedo callar

Después de desnudar mi historia, me toca desnudar mi alma.

Estas no son frases sueltas. Son cicatrices abiertas,

y cada una de ellas ha marcado mi camino.

Mi primera verdad:

No estoy celebrando la infidelidad. Estoy haciendo juicio.

Lo que estoy haciendo es una autoficción crítica. No estoy vendiendo el deseo como trofeo barato ni la traición como una hazaña. Estoy mostrando la infidelidad desde dentro: con el goce, sí, pero también con la soledad, la pérdida, el vacío, la confesión… y el silencio que dejan los cuerpos después del deseo.

¿Quién es aquel o aquella que se atreve a hablar de eso con esa crudeza? Somos muy pocos en la vida real.

Mi segunda verdad:

Mi historia puede incomodar algunos, pero lo que incomoda realmente es lo que perdura.

El mundo está lleno de hipocresía. Hay quienes se rasgan las vestiduras públicamente y luego engañan a sus parejas en privado.

Mi proyecto va contra esa doble moral.

Y mi coraje de rasgarme la piel radica en que sí, mi historia pudiera interesarle a muchas personas, incluso algún que otros patrocinadores.

Pero no a cualquiera. No a los tibios. No a los que quieren parecer buenos.

Le va a interesar a los valientes, a los disruptores, a los que apuestan por el arte incómodo, por la verdad.

Mi tercera verdad:

¿Hay mercado para lo que hago?

Claro que sí. No será el mercado más cómodo, pero existe… y es más grande de lo que muchos imaginan. Les doy 3 perfiles:

1.  Lectores curiosos: que buscan historias intensas, con carne, con contradicciones humanas.

2.  Críticos y medios independientes: que valoran la narrativa cruda, honesta, literaria.

3.  Marcas valientes y con identidad: sobre todo de sectores como:

  La moda alternativa (ropa, perfumes)

• Bebidas, cigarrillos, bares, hoteles boutique

• Plataformas de streaming o editoriales sin miedo

• Proyectos culturales (europeos o latinoamericanos) que entienden que el arte no tiene que ser correcto.

Mi cuarta verdad:

¿No soy un “promotor del engaño”

Y lo dejo muy claro desde el inicio.

Aquí va mi eslogan: “No es apología. Es testimonio. No es vanidad. Es verdad.”

Y si aun no lo entienden:

Este proyecto no glorifica la infidelidad. La desnuda. La interroga. La pone sobre la mesa sin excusas. Porque hay verdades que solo se cuentan desde las ruinas.

Mi quinta verdad:

¿Vale la pena seguir apostando?

Sí. Porque llegue demasiado lejos para soltarlo.

Es una saga. Es una ruta trazada. Es un continente ya recorrido.

No vendo humo. Vendo una historia real. Mía.

Y si tengo que continuar el camino con sacrificio extremo, sudor y lagrimas, lo continuare. Pero lean y oigan bien… No nací para callar ni para pedir permiso.

Puede que algunos se asusten.

Pero muchos otros se van a fascinar con lo que cuente, porque hay belleza en el escándalo bien contado, hay redención en la verdad sin maquillaje, y hay poder en un hombre que no se esconde.

Así que, seguiré apostando. Seguiré ilusionándome. Porque estoy haciendo lo que muy pocos se atreven a hacer:

Mirarse al espejo y escribir lo que se ve —sin pedirle perdón al mundo.

No es un homenaje. No es una copia.

Es una confesión llegada tarde —pero no vencida.

 

Sigo las huellas de un mito,

no para alcanzarlo,

sino para perderme en su sombra

y desde ahí, volver a inventarme.

 

Casanova fue muchas cosas:

amante, espía, escritor, prisionero,

pero sobre todo…

fue un hombre que jamás pidió permiso.

 

Y yo también estoy escribiendo mi libertad.

No en las páginas de una saga histórica,

sino en cuerpos vividos,

en carreteras mojadas de deseo,

en noches que no se rinden al juicio de nadie.

 

En este viaje no busco ser un turista.

Busco cómplices.

Y si estás leyendo esto, tal vez ya seas uno.